Las arcas están vacías, la deuda es enorne, pero hay dinero suficiente para cosas tan superfluas, como por ejemplo quemarlo, y eso es lo que se hará esta noche a las diez y media en Terrassa.
En efecto, a esa hora se hará el gran castillo de fuegos artificiales con los que se clausurarán las fiestas de este año, ni mejores ni peores que los otros, pero que en algunos casos habrán logrado el objetivo de que las mentes más débiles olviden por unos días los problemas acuciantes que agobian al país. No obstante, terminadas las celebraciones y los intentos evasores de la casta política, todo seguirá igual, porque entre ritmos, circo, cantos, carreras, juegos y todo lo demás, ni el desempleo ni el hambre habrán sido superados.
El punto de reunión será, como todos los años, la Abat Marcet y la Josep Tarradellas y como resaca a las explosiones, fuego y pitidos que producen el mismo ruido pero distintos efectos que en Siria o la Franja de Gaza, estarán en la Plaza Lluis Companys, las Habaneras de toda la vida que precederán al ron cremat que muchos beben con tal avidez que más bien parece un premio difícil de lograr.
Fiestas tradicionales, sí. Pero inoportunas, incompatibles con el izquierdismo que pregona el equipo de gobierno, porque el circo es más propio de la derecha... aunque en nuestra tierra bienamada es la única oferta aunque se intente disimularlo con fariséicos matices y gestos populistas.
Por eso emergen entre ideas de salón, los aventureros de oficio, los que están dispuestos a hacer lo que dicen que van a hacer, sin saber cómo se hace.
Hasta el año que viene, que tendremos en los balcones consistoriales dirigiendo y justificando el circo como Nerón, César o Augusto en Roma,, caras nuevas, enmarcadas, eso sí, en el secular continuismo.
En efecto, a esa hora se hará el gran castillo de fuegos artificiales con los que se clausurarán las fiestas de este año, ni mejores ni peores que los otros, pero que en algunos casos habrán logrado el objetivo de que las mentes más débiles olviden por unos días los problemas acuciantes que agobian al país. No obstante, terminadas las celebraciones y los intentos evasores de la casta política, todo seguirá igual, porque entre ritmos, circo, cantos, carreras, juegos y todo lo demás, ni el desempleo ni el hambre habrán sido superados.
El punto de reunión será, como todos los años, la Abat Marcet y la Josep Tarradellas y como resaca a las explosiones, fuego y pitidos que producen el mismo ruido pero distintos efectos que en Siria o la Franja de Gaza, estarán en la Plaza Lluis Companys, las Habaneras de toda la vida que precederán al ron cremat que muchos beben con tal avidez que más bien parece un premio difícil de lograr.
Fiestas tradicionales, sí. Pero inoportunas, incompatibles con el izquierdismo que pregona el equipo de gobierno, porque el circo es más propio de la derecha... aunque en nuestra tierra bienamada es la única oferta aunque se intente disimularlo con fariséicos matices y gestos populistas.
Por eso emergen entre ideas de salón, los aventureros de oficio, los que están dispuestos a hacer lo que dicen que van a hacer, sin saber cómo se hace.
Hasta el año que viene, que tendremos en los balcones consistoriales dirigiendo y justificando el circo como Nerón, César o Augusto en Roma,, caras nuevas, enmarcadas, eso sí, en el secular continuismo.