No es poca la gente que por trabajo o por falta de él, está obligada a pasar sus vacaciones en Terrassa, por lo que no le queda más remedio que reinventarse y hacer turismo en los límites de esta ciudad.
Cierto es que para decir que Terrassa es una ciudad hermosa o al menos, interesante, hay que quererla mucho o ser político que es el ente capaz de moldear la realidad a su antojo y conveniencia. Pero, en todo caso, es una ciudad antigua y por ende con mucha historia y con algunas construcciones que si bien es cierto que no interesan más que a los egarenses con solera, no dejan de llamarnos la atención. Están ahí, aunque en el día a día no las veamos, pero que se merecen un poco de nuestra atención,
En esta localidad hay edificaciones viejas o nuevas que tienen algo que contarnos o si damos rienda suelta a nuestra imaginación, darán comienzo a toda una fantasía que refrescará el espíritu. Hay monumentos, parques, museos que si bien no llaman la atención del forastero, deslumbrado usualmente por la cercana Barcelona o porque en sus ciudades tienen cosas similares, sí debieran hacerlo en el autóctono, porque forman parte de su vida, de su historia, de su ser.
Desde el Pirulí de la Plaça de la Dona, una especie de Torre Eiffel terrassense, hasta las dolientes estatuas religiosas del cementerio, Terrassa ofrece a sus vecinos la posibilidad de recorrerla y mirarla como un turista más para cuando se enfrente a aquellos seres bronceados que regresan satisfechos de la playa, puedan contarles que este año han visitado y conocido con otros ojos, su propia ciudad.
Detrás de las imágenes que hoy les ofrecemos, hay otros muchos paisajes urbanos, como esa cantidad incontable de chimeneas, cada una con su crónica que emerge de orígenes comunes o de estatuas y edificios que en este espacio no alcanzamos a abarcar.
Cierto es que para decir que Terrassa es una ciudad hermosa o al menos, interesante, hay que quererla mucho o ser político que es el ente capaz de moldear la realidad a su antojo y conveniencia. Pero, en todo caso, es una ciudad antigua y por ende con mucha historia y con algunas construcciones que si bien es cierto que no interesan más que a los egarenses con solera, no dejan de llamarnos la atención. Están ahí, aunque en el día a día no las veamos, pero que se merecen un poco de nuestra atención,
En esta localidad hay edificaciones viejas o nuevas que tienen algo que contarnos o si damos rienda suelta a nuestra imaginación, darán comienzo a toda una fantasía que refrescará el espíritu. Hay monumentos, parques, museos que si bien no llaman la atención del forastero, deslumbrado usualmente por la cercana Barcelona o porque en sus ciudades tienen cosas similares, sí debieran hacerlo en el autóctono, porque forman parte de su vida, de su historia, de su ser.
Desde el Pirulí de la Plaça de la Dona, una especie de Torre Eiffel terrassense, hasta las dolientes estatuas religiosas del cementerio, Terrassa ofrece a sus vecinos la posibilidad de recorrerla y mirarla como un turista más para cuando se enfrente a aquellos seres bronceados que regresan satisfechos de la playa, puedan contarles que este año han visitado y conocido con otros ojos, su propia ciudad.
Detrás de las imágenes que hoy les ofrecemos, hay otros muchos paisajes urbanos, como esa cantidad incontable de chimeneas, cada una con su crónica que emerge de orígenes comunes o de estatuas y edificios que en este espacio no alcanzamos a abarcar.