Ayer se escenificó la primera parte del plan socialista para recuperar votos a cambio de asegurar a Mas un par de años más en la Generalitat.
Tal como lo adelanté hace unas semanas, el clon de Zapatero en la cabeza del socialismo, Pedro Sánchez, le ha ofrecido a Artur Mas una salida honrosa al embrollo soberanista en que se ha metido que no gusta para nada a los empresarios burgueses que le sostienen y a quienes se debe fielmente. Le llaman federalismo que no es más que un cambio de nombre al sistema autonómico, en la línea de emprendedores en lugar de autónomos.
La cosa es que si el discípulo de Pujol no convoca la consulta, perdería el apoyo de sus socios de hecho de ERC y se vería obligado a disolver el Parlament y en unas nuevas elecciones, si es que tuviera los morros de presentarse, restaría votos a su resquebrajada coalición y él saldría de la política por la puerta de atrás. Si la convoca, pero esta es frenada por los mecanismos del Estado, igualmente se vería obligado a adelantar unas elecciones a las que daría caracter plebiscitario y políticamente le ocurriría lo mismo, es decir pasaría al ostracismo más humillante que alguien que se cree listo pueda soportar,
Pero si opta por aceptar la propuesta de la reforma constitucional que pregona Zapatero II para alcanzar aquel federalismo tan de mentirijillas como casi todo lo que sale de Ferraz o de sus colegas de Génova, el hombre que ya se las hizo y gorda a los propulsores del Estatut que por su cuenta y riesgo lo dejó en "tut", contaría con el apoyo de las cada vez más fantasmales figuras del PSC para acabar la legislatura y retirarse luego pensando que lo ha hecho bien. Al menos le ahorraría la humillación de salir por la puerta trasera.
El PSOE, por su parte, emergería como el salvador de la unidad de España.
Pero todo está por verse, porque los ciudadanos ya no son aquellos entes inmaduros que han mantenido a una casta estructurada en camarillas al frente del país. La crisis, los problemas, la precariedad, el esclavismo y la sinvergüenzura le han hecho madurar y quizás sea tarde para esas prácticas demagógicas diseñadas en los despachos.
Así es la vida. Así son y así están las cosas.
Tal como lo adelanté hace unas semanas, el clon de Zapatero en la cabeza del socialismo, Pedro Sánchez, le ha ofrecido a Artur Mas una salida honrosa al embrollo soberanista en que se ha metido que no gusta para nada a los empresarios burgueses que le sostienen y a quienes se debe fielmente. Le llaman federalismo que no es más que un cambio de nombre al sistema autonómico, en la línea de emprendedores en lugar de autónomos.
La cosa es que si el discípulo de Pujol no convoca la consulta, perdería el apoyo de sus socios de hecho de ERC y se vería obligado a disolver el Parlament y en unas nuevas elecciones, si es que tuviera los morros de presentarse, restaría votos a su resquebrajada coalición y él saldría de la política por la puerta de atrás. Si la convoca, pero esta es frenada por los mecanismos del Estado, igualmente se vería obligado a adelantar unas elecciones a las que daría caracter plebiscitario y políticamente le ocurriría lo mismo, es decir pasaría al ostracismo más humillante que alguien que se cree listo pueda soportar,
Pero si opta por aceptar la propuesta de la reforma constitucional que pregona Zapatero II para alcanzar aquel federalismo tan de mentirijillas como casi todo lo que sale de Ferraz o de sus colegas de Génova, el hombre que ya se las hizo y gorda a los propulsores del Estatut que por su cuenta y riesgo lo dejó en "tut", contaría con el apoyo de las cada vez más fantasmales figuras del PSC para acabar la legislatura y retirarse luego pensando que lo ha hecho bien. Al menos le ahorraría la humillación de salir por la puerta trasera.
El PSOE, por su parte, emergería como el salvador de la unidad de España.
Pero todo está por verse, porque los ciudadanos ya no son aquellos entes inmaduros que han mantenido a una casta estructurada en camarillas al frente del país. La crisis, los problemas, la precariedad, el esclavismo y la sinvergüenzura le han hecho madurar y quizás sea tarde para esas prácticas demagógicas diseñadas en los despachos.
Así es la vida. Así son y así están las cosas.