En ocasiones basta un trámite para llegar a las conclusión de que en Terrassa, como en cualquier lugar del mundo, imagino, la buena o mala atención de un funcionario repercutirá en una resolución correcta de un tràmite o por el contrario entrar en la tradicional y cansina burocracia que caracteriza a las administraciones,
Lo dicho. Un solo ejemplo personal servirá para ilustrar el tema.
Poco después de cumplir los 65 años y deseoso de aprovechar al máximo esa tarjeta de pago conque la insolidaridad socialista castigó a los pensionistas en el transporte público local, me dirigí en marzo, a solicitar la T-Blanca.a una oficina de atención ciudadana de mi barrio, premunido del DNI, el oficio con el que la Tesorería de la Seguridad Social me comunicaba que había sido aprobada mi solicitud de pensión y una constancia de ingresos de la propia entidad.
Pues bien, en esa oficina en la que un funcionario que daba a la amabilidad un límite muy próximo a la antipatía, y en el que una sonrisa parecía un bien caro y escaso y tenía el móvil caliente de tanto sonar y atender, rechazó los documentos de la seguridad social y tras averiguar por la red que dos años atrás había ganado más que el mínimo exigido para la T-Blanca, me dijo que volviera en mayo, En ese mes tendría probablemente la información de Hacienda que tal vez me diera acceso a poder viajar en mi obligada dependencia del transporte municipal, por un módico precio, que va desde los 5 euros anuales si estás próximo a la indigencia hasta los veinte si ganas una sexta parte de lo que perciben los sacrificados concejales. Cosas, como se ve, de un ayuntamiento progre que con sus maneras paternalistas ha dado paso como en el resto del Estado a ser superados por aventuras políticas como Podemos o Guanyem.
Regresé en mayo. La amabilidad y la sonrisa estaban tan restringida e inexistente respectivamente como en la primera ocasión y el teléfono móvil seguía echando humo. El tratamiento fue una copia exacta de la primera vez y cuando le expliqué que si tramitaba los documentos de la Seguridad Social a lo mejor habría alguna respuesta diferente, llamó a su siguiente 'víctima', no sin antes decirme que regresara en septiembre.
En septiembre más de lo mismo, por lo que decidí, perdidos seis meses de ese devaluado beneficio, dirigirme a la Plaza Didó.
Con sorpresa, en esa oficina un hombre enjuto que maquillaba su cara con una sonrisa fingida, me dio la misma respuesta y cuando le pregunté si no había alguna alternativa, me envió a la oficina del transporte municipal donde fui recibido con amabilidad real, pero sin soluciones porque ese era un trámite municipal.
Finalizando septiembre y con casi siete meses perdidos, regresé a las oficinas de la Didó y tuve la fortuna de que me atendiera un hombre grueso, calvo y con la diligencia dibujada en su rostro el que tras informarme que aún no había llegado la información de Hacienda correspondiente al 2013, me sugirió acercarme a la Agencia Tributaria a solicitar un certificado de ingresos y si en este trámite no tenía éxito,a llevar un certificado de la seguridad social en la que se especificara la pensión para someterlos a consideración. Quedó muy consternado cuando se enteró que dos colegas suyos, durante siete meses no me hubiesen sugerido, sino más bien rechazado, ese camino.
No está demás decir que en Hacienda la atención fue estupenda y rápida y esa misma mañana el empleado del ayuntamiento pudo tramitar finalmente mi solicitud.
Justo cuando cumplí siete meses de jubilado, me llamó un chaval de la Oficina de Mobilitat para pedirme que pasara retirando la famosa T-Blanca.
Eso sí, Por los cinco meses restantes de validez del ticket, tuve que pagar la cuota del año completo.
Así es la vida. Así son y así están las cosas.