Cuando por lo que sea, la vista en mi caso, uno se ve obligado a viajar por Terrassa en autobús, aparte de soportar el progresivo deterioro de las unidades, en alguna de las cuales cuando llueve el agua se filtra hasta el punto de que hay pasajeros que se resbalan y caen, tenemos, a manera de compensación, la oportunidad de ser testigos de diálogos exquisitamente asombrosos.
Por ejemplo un día, una señora que se autocalificaba como muy fina le contaba a otra que no sabemos si también lo era porque no tuvo oportunidad de dar su opinión, que le había devuelto a su hijo el televisor Panasonic de 42" que la había regalado para su cumpleaños porque en su casa no quería "mierdas chinas". Otro un cubano setentón, grande y rojo como un camarón, les contaba a dos jóvenes chinitas que le ignoraron olímpicamente, cómo las chinas se volvían locas por él y que tenía que espantarlas porque le revoloteaban como moscas. U otro, un octogenario que hablaba por teléfono casi a gritos, con una chavala que según se desprendía de la conversación en las que los adjetivos de BOM-BON-CIIIIIIII-TO y CA-RA-ME-LIIIIII-TO, se sucedían con exagerada regularidad, debía tener muchísimo menos de la mitad de los años que la menor de sus propias hijas. El 'apolíneo' caballero, que apenas podía con su alma le ofreció, sin disimulo ni rubor, la comodidad de su casa y la tranquilidad económica de una "suculenta" pensión de vejez...
Sin embargo, la anécdota más rica de todas, porque incluyó una clase magistral de medicina, la dio una anciana sin asomo de pudor ni menos vergüenza. Hablaba con una joven de unos 40 años que no sabía dónde esconderse, aunque los doce pasajeros restantes nos vimos obligados a servirle de audiencia.
Debo reconocer que llegué tarde a la conferencia, porque era toda una conferencia médica la que la anciana dictaba.... Desde donde la escuché, la transcribo.
"después que me "imbutieron" un pedazo nuevo de "intantino" me lo pusieron con una úlcera y pa no "mariame" (marearme) la doctora me mandó unos porvos pa limpiame los "intantinos" y no vea usted, señora, cómo me limpian los "intantinos".
"Antes de los porvos, como me "imbutieron" un pedazo de "intantino" con una úlcera, yo cagaba amarillo, feo y con un pestazooooooo ¡Ay Mare de Deu de la Regla qué pestazo!, pero ahora con los porvos, que me limpian todo por dentro, cuando me siento en el "escusao" y hago mis cosas, siempre miro porque siempre hay que mirar y se lo juro, lo que me sale es agua clarita y transparente... No amarilla... ¡No! Agua clarita." (Se adjunta imagen)
¡Agua potable, vamos!
Me decía mi "negra" que " a esa vieja nos la llevamos cuando nos vayamos de vacaciones al desierto de Atacama y la ponemos a defecar cada vez que tengamos sed.
¡¡¡Asco, tío!!!
Así es la vida. Así se aprende en el transporte público. Así son las cosas.
Por ejemplo un día, una señora que se autocalificaba como muy fina le contaba a otra que no sabemos si también lo era porque no tuvo oportunidad de dar su opinión, que le había devuelto a su hijo el televisor Panasonic de 42" que la había regalado para su cumpleaños porque en su casa no quería "mierdas chinas". Otro un cubano setentón, grande y rojo como un camarón, les contaba a dos jóvenes chinitas que le ignoraron olímpicamente, cómo las chinas se volvían locas por él y que tenía que espantarlas porque le revoloteaban como moscas. U otro, un octogenario que hablaba por teléfono casi a gritos, con una chavala que según se desprendía de la conversación en las que los adjetivos de BOM-BON-CIIIIIIII-TO y CA-RA-ME-LIIIIII-TO, se sucedían con exagerada regularidad, debía tener muchísimo menos de la mitad de los años que la menor de sus propias hijas. El 'apolíneo' caballero, que apenas podía con su alma le ofreció, sin disimulo ni rubor, la comodidad de su casa y la tranquilidad económica de una "suculenta" pensión de vejez...
Sin embargo, la anécdota más rica de todas, porque incluyó una clase magistral de medicina, la dio una anciana sin asomo de pudor ni menos vergüenza. Hablaba con una joven de unos 40 años que no sabía dónde esconderse, aunque los doce pasajeros restantes nos vimos obligados a servirle de audiencia.
Debo reconocer que llegué tarde a la conferencia, porque era toda una conferencia médica la que la anciana dictaba.... Desde donde la escuché, la transcribo.
"después que me "imbutieron" un pedazo nuevo de "intantino" me lo pusieron con una úlcera y pa no "mariame" (marearme) la doctora me mandó unos porvos pa limpiame los "intantinos" y no vea usted, señora, cómo me limpian los "intantinos".
"Antes de los porvos, como me "imbutieron" un pedazo de "intantino" con una úlcera, yo cagaba amarillo, feo y con un pestazooooooo ¡Ay Mare de Deu de la Regla qué pestazo!, pero ahora con los porvos, que me limpian todo por dentro, cuando me siento en el "escusao" y hago mis cosas, siempre miro porque siempre hay que mirar y se lo juro, lo que me sale es agua clarita y transparente... No amarilla... ¡No! Agua clarita." (Se adjunta imagen)
¡Agua potable, vamos!
Me decía mi "negra" que " a esa vieja nos la llevamos cuando nos vayamos de vacaciones al desierto de Atacama y la ponemos a defecar cada vez que tengamos sed.
¡¡¡Asco, tío!!!
Así es la vida. Así se aprende en el transporte público. Así son las cosas.