Todo es lícito, pero los que se han adueñado de estas fiestas deberían pensar que han llevado el espectáculo al extremo en que lo transgresor -característica carnestolenda por excelencia- sería respetar el tema religioso (católico en este caso, porque no lo han hecho con otras ideas dado que sería políticamente incorrecto o simplemente porque no hay huevos para hacerlo) y reirse un rato de la castidad, un bien harto escaso y por eso susceptible de sarcasmos.
Ahora vendrá el entierro de la sardina o como quiera llamársele, a cargo de los mismos de siempre, con el mismo esquema de siempre, las mismas críticas de siempre y la misma poca historia de siempre.
Ideas hay miles, mucho más trasgresoras, inmensamente más novedosas, pero como cuando se juntan cuatro y creen que sus tonterías son genialidades, se produce el estancamiento.
Luego vendrán los tres carnavales restantes en forma de elecciones, con las mismas carencias de siempre pero peores mentiras que nunca, porque ya nadie se cree nada de nada.
Así es la vida. Así son y así están las cosas.