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Escola Pía, regio edificio

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Por José Luis Montoya
Durante décadas este edificio fue una referencia para las clases adineradas de la época, que escolarizaban allí a sus vástagos para garantizarles una educación de gran calidad. Con esa intención fue impulsado por la pudiente burguesía de la Terrassa del siglo XIX y posiblemente sea reflejo de ello su regio aspecto, enfatizado por su ubicación en lo que se conocía como el Turó de l'Argila (Colina de la arcilla) y por  su emblemático torreón, que recuerda a pretéritos internados, universidades y abadías de Gran Bretaña.

Su construcción se remonta al año 1860, cuando nació como colegio de postín, según un proyecto elaborado por el arquitecto Francesc Daniel Molina i Casamajó  y culminado cuatro años más tarde por el maestro de obras egarense Pere Comerma i Rodó. El que había de denominares Real Colegio Terrassense, fue concebido como una construcción de planta rectangular de 64,5 x 57,5 metros, con un patio interior y dos pisos de altura (además de la planta baja). El arquitecto Molina, autor también de la emblemática Plaza Real de Barcelona, se inspiró en la corriente del historicismo con toques neo-románicos, siguiendo el ejemplo del edificio de la Universidad de Barcelona elaborado por Elies Rogent.

La mampostería de ladrillo pequeño es posiblemente el principal elemento de la piel que cubre  este edificio singular, profusamente adornado por ventanales rematados en pequeños arcos de medio punto. Las líneas de imposta que separan sus plantas aparecen bien delimitadas también por filas de ladrillos que estratifican el espacio de forma evidente, y en la cornisa esos arcos pasan a ser ciegos y cobijan óculos que posteriormente han sido transformados en ventanas para conferir más luz a las aulas. En la fachada principal hallamos un cuerpo central que da acceso al inmueble y aparece rematado con un frontón triangular con tímpano liso. Sobre el balcón que corona el acceso al edificio se sitúa el único elemento ornamental de la fachada, que posee gran importancia por su significado. Se trata de un enorme blasón formado por las esculturas de dos leones que flanquean el escudo del colegio, que fue instalado en 1889 cuando la reina María Cristina le otorgó el título de "real colegio". El diseño de dicho escudo se atribuye al escultor Josep Llimona.

Sin embargo, el elemento que posiblemente constituye la particular seña de identidad de este edificio se ubica en la fachada posterior y es la torre de planta octogonal que se eleva a cinco alturas, y que se ubica adosada a la nave lateral septentrional, que se divisa perfectamente desde la Rambla.

Con el paso de los años, el edificio sufrió transformaciones que, no obstante, han ido en sintonía con su aspecto original, siendo la intervención más importante la que se produjo hacia los años 40 del siglo pasado. Así, de una construcción con base rectangular paso a ser un edificio en forma de U. Esa ampliación se produjo cuando el colegio ya había pasado a manos de los Escolapios, transformándose en Escuela Pía, y consistió básicamente en el añadido del ala sur, que acoge, entre otros departamentos, la capilla escolar, conocida como Templo de los Niños y que es obra del entonces arquitecto municipal Josep Pratmarsó. Consta de tres naves y contiene mosaicos de Santiago Padrós  en su ábside.

La visita al interior de la Escuela Pía de Terrassa resulta un tanto decepcionante porque muchos de los elementos de valor arquitectónico aparecen ocultos bajo el falso techo, ya que es la única forma de reducir la contaminación acústica que impediría el normal desarrollo de las clases. Compensa este hecho la compañía de Manel Alcalà Gili, arquitecto responsable del mantenimiento del edificio y director de la Escuela Taller que ha acometido en él diversas intervenciones para mejorar y conservar su aspecto.

Recorrer el edificio junto a alguien que sabe tanto acerca de sus entresijos es todo un lujo. Y un problema a la vez, porque resulta imposible memorizar la cantidad de datos interesantes que me cuenta sobre los valores arquitectónicos del inmueble y las curiosidades que encierra en sí mismo. Sea como fuere, vaya por delante mi eterna gratitud por hacerme de cicerone e ilustrarme tan bien. Una delicia escuchar a un padre adoptivo hablar de su "hijo" y de las mejoras que poco a poco va creando para él. Y es que él ha tomado el relevo a los artífices de un proyecto que permanece vivo, pero que a la vez  intenta mantener su propia esencia.

Como comentaba, la visita del interior de la Escuela Pía no permite apreciar muchos de los elementos arquitectónicos primigenios, como es el caso de la profusión de techos abovedados que conforman esa estructura soportada por grandes jácenas igualmente ocultas por un falso techo.

Describe también el arquitecto otras curiosidades como por ejemplo el uso del esbelto torreón que es emblema del edificio y que, en realidad, fue construido para actuar a modo de contrafuerte, vamos como un elemento destinado a contener el muro de su fachada posterior; una torre que se yergue junto a otra más pequeña, igualmente adosada, y que permanece inadvertida para la mayoría de los observadores.

También me hace reparar durante la visita acerca de unos curiosos elementos de hierro instalados en la fachada a modo de gigantescas grapas, que contribuyen a contener la estructura.

Sí podemos disfrutar, no obstante, de parte del suelo original, que en la planta baja se materializa en baldosas de gres formando cuadrícula, y en plantas superiores, en la rica cerámica hidráulica con motivos geométricos y florales típicos del período modernista.

Las cristaleras de las grandes puertas de acceso a los pasillos de la planta noble constituyen otro de los elementos del pasado que siguen dando postín a este edificio por el que muchas generaciones de terrassenses han pasado. Un edificio con mucha historia, apreciable en su exterior y de la que también dan muestra los antiguos pupitres que, arrinconados, aún pueden verse en algunos de los pasillos del edificio como nostálgico homenaje a su historia docente. (José Luis Montoya / ARQUITERRASSA)

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