Calor, calor y más calor, es lo que podría resumir este verano del 2015. Julio fue el mes más caliente del que se tenga registro en la historia y agosto, que se anunciaba con altas temperaturas aunque normales para la estación, ha comenzado con la misma fuerza que el mes anterior y nada indica que esto vaya a cambiar.
Yo recuerdo que el año aquel de la última procesión de Semana Santa en Terrassa, el verano que nos tocó fue también agobiante. Es más, lo recuerdo color naranja, lo que parece significar, dicen, que fue muy cálido. No obstante, este verano, si tuviera vida suficiente para igualar los años transcurridos entre aquel verano del 67 y hoy, lo recordaría de color rojo.
Tanto es el calor que en los últimos días me he puesto a pensar si no será que el Sol, aquella estrella que nos da la vida, nos la intenta quitar atrayéndonos para engullirnos entre sus poderosas y ardientes llamas.
Si así fuera, ninguna autoridad del planeta se arriesgaría a provocar el caos haciendo pública esta posibilidad.
Así es la vida. Así son y así están las cosas.
Yo recuerdo que el año aquel de la última procesión de Semana Santa en Terrassa, el verano que nos tocó fue también agobiante. Es más, lo recuerdo color naranja, lo que parece significar, dicen, que fue muy cálido. No obstante, este verano, si tuviera vida suficiente para igualar los años transcurridos entre aquel verano del 67 y hoy, lo recordaría de color rojo.
Tanto es el calor que en los últimos días me he puesto a pensar si no será que el Sol, aquella estrella que nos da la vida, nos la intenta quitar atrayéndonos para engullirnos entre sus poderosas y ardientes llamas.
Si así fuera, ninguna autoridad del planeta se arriesgaría a provocar el caos haciendo pública esta posibilidad.
Así es la vida. Así son y así están las cosas.