A menudo me pregunto por qué nadie se ha planteado resolver el "problema de contaminación visual" que representa una estación de autobuses como la nuestra a la entrada de la ciudad. Para empezar, una ciudad que tiene los juzgados a las afueras, al final de la Rambleta del Pare Alegre, junto a uno de los hoteles emblemáticos, debería haber considerado hace tiempo mejorar la prolongación natural de la rambla, transformándola en la gran avenida que debería presidir la llegada a la ciudad desde Barcelona. Me refiero al tramo comprendido entre el hotel Don Cándido y la rotonda de la carretera de Montcada. Y junto con ello, a la estación de autobuses.
Si bien en su momento la construcción de un espacio único para todas las líneas interurbanas fue un acierto, también hay que considerar que tal vez no fue un planteamiento de futuro, sino una solución para una necesidad. Con el tiempo, la ciudad fue mejorando su aspecto y dicho complejo, localizado prácticamente a las afueras, ha ido ganando una mayor presencia como elemento urbano. Es por ello que opino que merece una revisión en el futuro que permita armonizar su función vital con el nuevo planteamiento urbanístico de Terrassa.
Algunos dirían aquí que la solución estaría en construir una terminal de autobuses nueva con un edificio singular. Pero existen soluciones mejores, que permitirían ganar el espacio que ocupan hoy esas instalaciones como prolongación del Parc dels Catalans. Otras ciudades han optado por soluciones más pragmáticas a la hora de dotarse de este tipo de infraestructuras. Es el caso del soterramiento de sus estaciones de autobús. Ahí están los casos de Palma de Mallorca e Ibiza.
Una ocasión de oro habría sido aprovechar el proyecto de prolongación de la línea de Ferrocarriles de la Generalitat hasta Can Roca. Se podría haber sepultado la estación comunicándola por túneles con la estación de tren de la Rambla y facilitando al usuario la conexión entre dos tipos de transporte público.(José Luis Montoya / ARQUITERRASSA)
Si bien en su momento la construcción de un espacio único para todas las líneas interurbanas fue un acierto, también hay que considerar que tal vez no fue un planteamiento de futuro, sino una solución para una necesidad. Con el tiempo, la ciudad fue mejorando su aspecto y dicho complejo, localizado prácticamente a las afueras, ha ido ganando una mayor presencia como elemento urbano. Es por ello que opino que merece una revisión en el futuro que permita armonizar su función vital con el nuevo planteamiento urbanístico de Terrassa.
Algunos dirían aquí que la solución estaría en construir una terminal de autobuses nueva con un edificio singular. Pero existen soluciones mejores, que permitirían ganar el espacio que ocupan hoy esas instalaciones como prolongación del Parc dels Catalans. Otras ciudades han optado por soluciones más pragmáticas a la hora de dotarse de este tipo de infraestructuras. Es el caso del soterramiento de sus estaciones de autobús. Ahí están los casos de Palma de Mallorca e Ibiza.
Una ocasión de oro habría sido aprovechar el proyecto de prolongación de la línea de Ferrocarriles de la Generalitat hasta Can Roca. Se podría haber sepultado la estación comunicándola por túneles con la estación de tren de la Rambla y facilitando al usuario la conexión entre dos tipos de transporte público.(José Luis Montoya / ARQUITERRASSA)