Fuíme entonces con premura a La Caixa, no sin el temor de que me quitara esos dos euros que unilateralmente decidieron cobrar a los clientes de otros banco que quisieran sacar dinero de sus cajeros. Sin embargo, como desde el 3 de octubre el gobierno prohibió tal abuso, resulta que voy, saco el dinerito para las judías, el papel higiénico y el café y mira tú por donde, mi propio banco, es decir el de la tarjeta, como ya no puede hacerlo La Caixa, me cobró una comisión, no de 0,60, ni de 0,80 Cts, sino de 1,80. Presuntamente este puede ser un acuerdo secreto de intercambio de la banca para mofarse de las disposiciones de la administración.
Comenté mi enfado con una dama más vieja que yo, que hacía cola para que la atendieran por taquilla y, con la sabiduría que da la edad, me comentó con su voz aguda y cascada: "Estos son todos iguales, caballero".
Así es la vida. Así son y así están las cosas.