La cuestión es que vaya donde vaya el sacrosanto séquito, no verá imágenes como las de la composición que acompaña la nota. En ella se ve en un caso, lo que una vez fue una fuente de agua, destruida por unos niños que legalmente no conocen la diferencia entre el bien y el mal, pero que en la realidad saben al dedillo que por su edad no son responsables de sus actos ante la Ley y que además tienen la suficiente madurez como para contaminar el ambiente con el humo de la marihuana.
Un mes lleva la susodicha fuente -o lo que queda de ella- en ese estado y si en ese período algo ha cambiado, es que ha desaparecido la cinta policial que en su día un agente puso a su alrededor.
Y en la otra se puede observar lo que fue una papelera y que algún genio puso boca abajo (también hace cosa de un mes) y la ató a un árbol, muy cerca del paso peatonal, sin pensar ni remotamente que con las patas hacia arriba, el artefacto, según quien pase y se tropiece, puede ser un arma mortal.
Así es la vida. (Así es Terrassa). Así son y así están las cosas.