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La asignatura pendiente de la Rambla

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Mucho se ha hablado acerca de la decadencia de la Rambla d'Ègara, sobre todo a partir de la reforma acometida en los últimos años a raíz del mal llamado Metro de Terrassa. Y parece evidente que este emblemático paseo ha perdido fuelle entre los egarenses, que seguimos centrando nuestra atención en tres calles del centro a la hora de ir de compras y esparcimiento. Pero deberíamos hacernos una pregunta importante a la hora de analizar porqué ocurre este hecho: ¿De quién es la culpa?

Como sabéis este blog versa sobre arquitectura, pero también sobre interiorismo y decoración. En cuanto a urbanismo y arquitectura, no me faltan ejemplos con qué llenar sus páginas. Sin embargo, he de hacer grandes esfuerzos -y concesiones gratuitas- para  hallar establecimientos comerciales que, de alguna manera, marquen la diferencia. En los años 80 del siglo pasado Barcelona vivió un auténtico boom del diseño en establecimientos de ocio nocturno y comerciales; un estallido que transformó la fisionomía de la ciudad. Atrajo como nunca antes a un buen número de personas que buscaban el valor añadido en la belleza y originalidad - a menudo moderna y rompedora- de los espacios decorados. Terrassa no ha sabido aún capitalizar ese bien. La cuarta ciudad de Catalunya demográficamente hablando sigue siendo en muchos aspectos un pueblo. Parece reticente a asumir de una vez por todas su estatus de ciudad y capital, marcar la diferencia frente al resto asumiendo un papel más de referente. Es cómo si los egarenses nos sintiéramos poco orgullosos de nuestro patrimonio histórico y cultural y lo disfrutáramos de puertas adentro.

Y ello se traduce a menudo en el desamparo en que tenemos muchos de nuestros elementos urbanos. Si bien es cierto que se ha hecho mucho por el patrimonio y que hemos logrado crear incluso turismo en torno al modernismo industrial, sorprende contemplar la escasa evolución del comercio en Terrassa. ¿Cuántos años llevamos viendo el mismo cartel de Viajes Leika?¿Cuántos el de Fotos Rambla? ¡Tantos rótulos desfasados que presagian interiorismos desactualizados! Ahí es donde radica gran parte del mal. El antiguo axioma "revovarse o morir" que nuestros industriales hicieron suyo siglos atrás, no parece gobernar los designios del comerciante. En gran parte de los comercios no ha habido renovación en 20 años, y muchos de los que han abierto puertas en la Rambla han seguido los mismos postulados estéticos, pareciendo más una botigueta de barri de hace 40 años que un establecimiento del siglo XXI. Y es que de la misma forma que valoramos la estética en los espacios públicos a la hora de pasear, los viandantes gustamos también de visitar tiendas y establecimientos de hostelería que nos llamen la atención por su belleza. Ahí es donde una gran ciudad marca la diferencia.

Rambla d'ÈgaraA todo ello hay que añadir que muchos de los edificios que confieren personalidad a la Rambla aparecen muy descuidados en sus fachadas. Paseando por este bulevar imagino cómo se vería simplemente con limpiar algunas de las fachadas y pintar otras. Un buen ejemplo lo tenemos en el edificio del número 193, cuyo propietario lo ha enlucido en tono ocre resaltando en blanco jambas y dinteles de las ventanas. Así deberían lucir todas las casas antiguas de la Rambla. En el otro extremo, una "joyita" anónima ubicada en el número 219 u otra en el 255.

Los propietarios de los inmuebles tienen la obligación de mantener en perfecto estado las fachadas de los mismos y, en muchos casos, si son apercibidos y no acometen mejoras, muchos ayuntamientos las ejecutan por ellos y posteriormente les reclaman el coste de la reforma (o directamente embargan). Así garantizan que, especialmente, en los cascos históricos de las ciudades, se mantenga una armonía urbanística y el consiguiente buen estado de sus edificios. Paralelamente, existen también normativas que garantizan que los elementos adosados a las fachadas cumplan unos determinados parámetros estéticos para evitar la contaminación visual, entre otras cosas.

En definitiva, existen medios para mejorar el aspecto externo de nuestra ciudad que podrían aplicarse (incluyendo, claro está subvenciones para tal fin). Otra cosa es el esfuerzo que el comercio -por otra parte protegido durante años por el Ayuntamiento frente a las grandes empresas- esté dispuesto a realizar para atraer al público perdido. (José Luis Montoya / ARQUITERRASSA)

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