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Muñecas diabólicas para estas navidades

Recuerdo que de pequeño, entre camioncitos de madera o latón, canicas, peonzas, muñecas que abrían y cerraban los ojos y en los casos de la alta tecnología de los 50, decían "mamá", y muchos peluches, nuestro centro de terror tenía su acomodo en los cines en los que se nos prohibía entrar a ver filmes de Drácula, el Hombre Loco o Frankenstein, pero se nos llevaba como ganado a 'disfrutar' de Blancanieves, La Cenicienta, La Bella Durmiente o Pinocho, super producciones de las factorías Dinsey que nos hacían mear de terror, al recordarlas, en la soledad de nuestros lechos. Todo ese trauma se esfumó con el tiempo sin necesidad de ponernos en manos de sicólogos.

La Navidad nos recibía con regalos como los citados en el párrafo anterior, una vez en la vida con una bicicleta y casi siempre con rifles o pistolas de fulminantes.

Las cosas hoy por hoy han cambiado. El terror se instala en nuestros hogares en forma de The Walking Dead, Resurrection u otras series sin terror sobrenatural pero mucho horror natural marcado por sangre, tíos en pelotas que cortan muchas cabezas antes que les corten la propia, y tías en cueros dando placer a un sudoroso extra antes de cercenarle el cuello por orden de un malo malísimo que nunca falta en el cine.

Eso se lo tragan nuestros ingenuos pekes cuando hacen un alto en la matanza indiscriminada que perpetran a través de la X-Box o la PS4, regalos de cumple, de Reyes o sorpresas, que facilitan luego otros regalos convertidos en juegos tenebrosos, sangrientos y repugnantes.

Pero hay otros presentes como esas muñecas que reemplazaron a aquellas con  ojos de abre y cierra o a las Barbies o a las Repollos, que se llaman Monster High o Princesas Zombis, que a mí, a mis casi setenta años, me aterrorizan y de solo verlas, me meo luego en la cama. Pero no soy el único.  La otra tarde en una gran superficie, una madre cariñosa le compró a su niña de unos siete años una Princesa Zombie y la chiquilla al verla pegó tal berrido que al poco estaban allí tres ambulancias, cuatro coches de la poli y seis dotaciones de bomberos. Todavía quedan almas inocentes.

Así es la vida. Así son y así están las cosas.


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