Cuando hace algunas semanas nuestro pintoresco ayuntamiento anunció la distribución de sal en diferentes puntos de la ciudad en prevención de nevadas y heladas, pensé -se los juro- que era una broma sin sentido. En Terrassa no nieva en condiciones, desde el 8 de marzo del 2010 y son contadas las ocasiones que ha helado en invierno. Además que errores como las palas quita nieve se cometen una sola vez en la vida.
Además, considerando que la verborrea rutinaria de nuestros célebres políticos es vasta y variada, imaginé que era probable algún desliz, una chanza convertida por el don de la palabra en una ficticia realidad. No en vano dijo en una ocasión Montesquieu «Cuanto menos piensan los hombres, más hablan».
Y aunque Terrassa en la Mira lo informó por si acaso se hubiese filtrado, por eso de la globalidad de Internet, un e-mail interno del Ayuntamiento de Reikiavik y la distribución salina se hubiese realizado en cumplimiento de ese error no subsanado, personalmente olvidé el disparate.
Pero este miércoles, mientras paseaba por la ciudad, tropecé con un baúl rojo de plástico, que contenía SAL PARA NEVADAS Y HELADAS y recuperada la calma después del tremendo asombro, deduje que si a nuestros gobernantes locales, les abdujeran algunos extraterrestres y les depositaran con cargos y autoridad incluídos en San Pedro de Atacama, en el corazón del desierto más árido del mundo, no sería de extrañar que repartieran impermeables entre los vecinos.
Así es la vida. Así son y así están las cosas.
Además, considerando que la verborrea rutinaria de nuestros célebres políticos es vasta y variada, imaginé que era probable algún desliz, una chanza convertida por el don de la palabra en una ficticia realidad. No en vano dijo en una ocasión Montesquieu «Cuanto menos piensan los hombres, más hablan».
Y aunque Terrassa en la Mira lo informó por si acaso se hubiese filtrado, por eso de la globalidad de Internet, un e-mail interno del Ayuntamiento de Reikiavik y la distribución salina se hubiese realizado en cumplimiento de ese error no subsanado, personalmente olvidé el disparate.
Pero este miércoles, mientras paseaba por la ciudad, tropecé con un baúl rojo de plástico, que contenía SAL PARA NEVADAS Y HELADAS y recuperada la calma después del tremendo asombro, deduje que si a nuestros gobernantes locales, les abdujeran algunos extraterrestres y les depositaran con cargos y autoridad incluídos en San Pedro de Atacama, en el corazón del desierto más árido del mundo, no sería de extrañar que repartieran impermeables entre los vecinos.
Así es la vida. Así son y así están las cosas.