Los caudillos de las dos grandes centrales sindicales españolas. han expresado recientemente su preocupación por la pérdida de medio millón de afiliados en los últimos cuatro años y han invitado a la autocritica y a la reflexión para volver a ganarse la confianza de los trabajadores.
Sin embargo, en una nación dominada por la corrupción ideológica, la corrupción política, la corrupción sindical, la corrupción empresarial y cualquier otro tipo de corrupción, pasando por la ética y moral, la intención tiene tintes de imposible, porque la respuesta a la situación, es fácil: Los sindicatos han dejado de representar, si es que alguna vez lo han hecho, a la masa laboral.
En España, como en muchas naciones donde de tanto practicarla, promoverla e intentar solaparla en poco creíbles mecanismos de transparencia, la corrupción se ha hecho normal y rutinaria, y en este contexto, no es de extrañar que la función sindical se haya desviado hace muchísimos años a otros menesteres, entre los cuales destaca la servil protección de los intereses empresariales.
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Sin embargo, en una nación dominada por la corrupción ideológica, la corrupción política, la corrupción sindical, la corrupción empresarial y cualquier otro tipo de corrupción, pasando por la ética y moral, la intención tiene tintes de imposible, porque la respuesta a la situación, es fácil: Los sindicatos han dejado de representar, si es que alguna vez lo han hecho, a la masa laboral.
En España, como en muchas naciones donde de tanto practicarla, promoverla e intentar solaparla en poco creíbles mecanismos de transparencia, la corrupción se ha hecho normal y rutinaria, y en este contexto, no es de extrañar que la función sindical se haya desviado hace muchísimos años a otros menesteres, entre los cuales destaca la servil protección de los intereses empresariales.
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