Termina un año más, el primero de Ballart escogido como alcalde no por el voto de sus conciudadanos, sino por el dedo firme y seguro de su antecesor, el alcalde Pere Navarro que dejó sus funciones para fungir como "cabeza de turco" de los desatinos del PSOE en el resto de España y el PSC en Catalunya.
El cambio se quiso inmediatamente traducir en una renovación positiva, con una figura joven y no contaminada con los vicios que conlleva ejercer muchos años un mismo cargo en una de las tradiciones más nefastas para la democracia, que caracterizan a este país, .
Sin embargo, el nuevo alcalde que iniciará su segundo año al frente de la ciudad, ha querido convertir una acelerada, agotadora y hasta desesperada pre campaña electoral en una forma diferente de hacer gobierno, pero que es idéntica a la que ejecutaban los alcaldes de hace algunos años en las pequeñas villas y villorrios españoles.
Pero en la forma y en el fondo, todo sigue igual, porque aunque el primer edil quiere reflejar una imagen de cambio, no ha tenido ni siquiera la capacidad de acción para renovar sus compañeros de andadura y el equipo de gobierno huele a naftalina, no por la edad de sus miembros, sino por el inmovilismo que representan en momentos en que especialmente en el caso del PSC, se clama a gritos por cambios no de estilo personal, sino de caras, de gente y de ideas, pues de lo contrario esos gestos parecen morisquetas, las mismas a las que ya nos han acostumbrado en todos los rincones del Estado quienes se han aprovechado de la democracia.
El cambio se quiso inmediatamente traducir en una renovación positiva, con una figura joven y no contaminada con los vicios que conlleva ejercer muchos años un mismo cargo en una de las tradiciones más nefastas para la democracia, que caracterizan a este país, .
Sin embargo, el nuevo alcalde que iniciará su segundo año al frente de la ciudad, ha querido convertir una acelerada, agotadora y hasta desesperada pre campaña electoral en una forma diferente de hacer gobierno, pero que es idéntica a la que ejecutaban los alcaldes de hace algunos años en las pequeñas villas y villorrios españoles.
Pero en la forma y en el fondo, todo sigue igual, porque aunque el primer edil quiere reflejar una imagen de cambio, no ha tenido ni siquiera la capacidad de acción para renovar sus compañeros de andadura y el equipo de gobierno huele a naftalina, no por la edad de sus miembros, sino por el inmovilismo que representan en momentos en que especialmente en el caso del PSC, se clama a gritos por cambios no de estilo personal, sino de caras, de gente y de ideas, pues de lo contrario esos gestos parecen morisquetas, las mismas a las que ya nos han acostumbrado en todos los rincones del Estado quienes se han aprovechado de la democracia.