El precio de un billete sencillo en el transporte público de Terrassa, una ciudad populosa pero de superficie relativamente reducida, es uno de los más caros de España pese a que el consistorio de la localidad decidió congelarlo este año.
1,45 deben pagar los egarenses para recorrer distancias que suelen ser, salvo que vayan a Poble Nou o a Can Parellada, bastantes cortas. Es decir, los pobres, porque la gente con medios no necesita el autobús, paga por trayecto lo que vale un litro de gasolina que podría trasladarle en coche hasta Barcelona.
Pero eso no es lo malo, porque lo malo ya es conocido, lo malo es que hemos comparado precios del transporte público con los de otras ciudades de España similares a la nuestra y el billete oscila entre 1,30 y 1,35.
Dirán los políticos gobernantes de la ciudad, caracterizados por querer hacernos creer que vivimos en el mismísimo Edén, que en Terrassa existe la T-Social -aunque omitirán la salvajada de haber eliminado la gratuidad a los jubilados- a lo que se les puede responder que en otras ciudades existen asimismo infinidad de posibilidades de abonos que, al menos en las localidades madrileñas en general, suelen ser mucho mejores que las locales.
Esta situación nos lleva a pensar que lo que falla es la gestión, porque no queremos pensar que en ella tengan algo que ver los políticos, porque es de esperar que después del desastre de Caixa Terrassa, politizada como todas las cajas que se fueron al garete, los políticos deberían mantenerse muy, pero que muy lejos de las empresas.
En Terrassa en ocasiones es más barato desplazarse en taxi que en autobús
Si cuatro personas, o vamos decir tres, necesitan ir de un punto a otro de la ciudad, aparte de cómodo, les saldrá tan caro como el autobús, ir en taxi, con la diferencia de que el transporte blanco te busca en tu puerta y te deja en la puerta que le señales.
Lo anterior que parece inaudito, es real, lo que significa o que los taxistas se mueren de hambre o que los que dirigen el transporte público, se están lucrando una barbaridad- Esto último no lo creemos, lo que nos lleva a la necesidad de buscar nuevos y buenos gestores y que no opinen en esa gestión los políticos, que tienen otras cosas más interesantes y menos dañinas de las que hacerse cargo.
El transporte que no cumple su función de servicio público deja abandonados a trabajadores y vecinos
El transporte de Terrassa, si alguna vez cumplió funciones de servicio público, desde luego ahora no lo hace ni remotamente y si bien hace poco el alcalde Jordi Ballart, tal vez en un gazapo producto de su juventud comentó que al fin los trenes de Renfe dejaban de tardar una hora entre Barcelona y Terrassa como en la ópoca del enano gallego, aunque desde hace años tardan 18 minutos menos, los autobuses locales siguen manteniendo los mismos horarios de cierre de la época de la dictadura.
Con criterio de empresa con fines de lucro pero con una gestión que no les permite tener un precio de billete decente, a las once de la noche se acaba el último servicio... Los que están trabajando, quienes viven en barrios alejados, se quedan como aquellos oscuros años, a la buena de Dios...
Desde el punto de vista de los políticos que en su supina ignorancia todo lo saben (la igonorancia suele ser muy atrevida), dirán que lo que planteamos es un disparate, pero en realidad es una necesidad. Esto es que la ciudad debería tener un servicio nocturno circular que la uniese con una frecuencia de al menos cada hora y que enlazara con el centro y barrios cercanos, los más alejados como San Lorenzo, Can Tusell, La Maurina y Can Parellada, entre otros... Si no hay muchos clientes... pues es el sacrificio que impone a la administración el servicio público
Hay mucho gente pobre, señor alcalde. Gente que en muchas ocasiones no tiene dinero para pagarse un taxi y que, como decimos, por asuntos laborales, sanitarios o personales, necesita desplazarse. La ciudad no es solamente para los que tienen coche. Ni tampoco los que tienen vehículo deben olvidar a los que no.
1,45 deben pagar los egarenses para recorrer distancias que suelen ser, salvo que vayan a Poble Nou o a Can Parellada, bastantes cortas. Es decir, los pobres, porque la gente con medios no necesita el autobús, paga por trayecto lo que vale un litro de gasolina que podría trasladarle en coche hasta Barcelona.
Pero eso no es lo malo, porque lo malo ya es conocido, lo malo es que hemos comparado precios del transporte público con los de otras ciudades de España similares a la nuestra y el billete oscila entre 1,30 y 1,35.
Dirán los políticos gobernantes de la ciudad, caracterizados por querer hacernos creer que vivimos en el mismísimo Edén, que en Terrassa existe la T-Social -aunque omitirán la salvajada de haber eliminado la gratuidad a los jubilados- a lo que se les puede responder que en otras ciudades existen asimismo infinidad de posibilidades de abonos que, al menos en las localidades madrileñas en general, suelen ser mucho mejores que las locales.
Esta situación nos lleva a pensar que lo que falla es la gestión, porque no queremos pensar que en ella tengan algo que ver los políticos, porque es de esperar que después del desastre de Caixa Terrassa, politizada como todas las cajas que se fueron al garete, los políticos deberían mantenerse muy, pero que muy lejos de las empresas.
En Terrassa en ocasiones es más barato desplazarse en taxi que en autobús
Si cuatro personas, o vamos decir tres, necesitan ir de un punto a otro de la ciudad, aparte de cómodo, les saldrá tan caro como el autobús, ir en taxi, con la diferencia de que el transporte blanco te busca en tu puerta y te deja en la puerta que le señales.
Lo anterior que parece inaudito, es real, lo que significa o que los taxistas se mueren de hambre o que los que dirigen el transporte público, se están lucrando una barbaridad- Esto último no lo creemos, lo que nos lleva a la necesidad de buscar nuevos y buenos gestores y que no opinen en esa gestión los políticos, que tienen otras cosas más interesantes y menos dañinas de las que hacerse cargo.
El transporte que no cumple su función de servicio público deja abandonados a trabajadores y vecinos
El transporte de Terrassa, si alguna vez cumplió funciones de servicio público, desde luego ahora no lo hace ni remotamente y si bien hace poco el alcalde Jordi Ballart, tal vez en un gazapo producto de su juventud comentó que al fin los trenes de Renfe dejaban de tardar una hora entre Barcelona y Terrassa como en la ópoca del enano gallego, aunque desde hace años tardan 18 minutos menos, los autobuses locales siguen manteniendo los mismos horarios de cierre de la época de la dictadura.
Con criterio de empresa con fines de lucro pero con una gestión que no les permite tener un precio de billete decente, a las once de la noche se acaba el último servicio... Los que están trabajando, quienes viven en barrios alejados, se quedan como aquellos oscuros años, a la buena de Dios...
Desde el punto de vista de los políticos que en su supina ignorancia todo lo saben (la igonorancia suele ser muy atrevida), dirán que lo que planteamos es un disparate, pero en realidad es una necesidad. Esto es que la ciudad debería tener un servicio nocturno circular que la uniese con una frecuencia de al menos cada hora y que enlazara con el centro y barrios cercanos, los más alejados como San Lorenzo, Can Tusell, La Maurina y Can Parellada, entre otros... Si no hay muchos clientes... pues es el sacrificio que impone a la administración el servicio público
Hay mucho gente pobre, señor alcalde. Gente que en muchas ocasiones no tiene dinero para pagarse un taxi y que, como decimos, por asuntos laborales, sanitarios o personales, necesita desplazarse. La ciudad no es solamente para los que tienen coche. Ni tampoco los que tienen vehículo deben olvidar a los que no.