Formado en el tardofranquismo, fue el último presidente de la dictadura y el primero de la democracia y desde esa alta posición lideró una transición tremendamente difícil con una maestría tal que una vez consolidada en sus albores, Suárez resultó incómodo no solamente a la gente de su propio partido sino del PSOE y al propio heredero de Franco en la jefatura del Estado.
Echadas las bases de la nueva España y dando sus primeros pasos con una Constitución que pese a sus gravísimos errores de forma y fondo, permitió al país transitar de la mano de una dudosa democracia con forma de partidocracia cerrada, quisieron echar al héroe, incluso con las armas, pero el hombre, uno de los pocos políticos honestos que ha dado el país, se fue antes, dejando al descubierto una pantomima militar a la que olvidaron frenar y a la que llamaron golpe de Estado contra la democracia para ocultar una oscura trama plagada de ambiciones e intereses.
Se fue Adolfo Suárez de La Moncloa con lo mismo o menos de lo que había llevado. Incluso años después, debió hipotecar su vivienda para hacer frente a los gastos de las enfermedades de su mujer y dos hijas. El gobierno de turno le sacó del atolladero.
Desde hoy, la historia contará que quienes le traicionaron, golpearon sus pechos con dolor fingido y que quienes tienen tanto que agradecerle le olvidarán pronto, porque hombres íntegros y honestos como él no son aconsejables en un sistema controlado por políticos que a nombre del pueblo sirven a intereses con el signo del dinero.
Se ha ido sin recuerdos el hombre que ha forjado la modernidad de España. D.E.P..