Justo al día siguiente de haber sido escogido presidente del Ateneu de Barcelonés, Casassas, residente en Terrassa desde hace cuatro años, ha situado la Mancomunitat en el primer momento de síntesis en que la acción cultural articulada por el noucentisme aprovecha la situación política para concretarse en un Estado regional.
Para evaluar el papel de la Mancomunitat, hace falta entender, según Casassas, las características del catalanismo como un movimiento que, sin renunciar a la política, se desarrolló y creció a partir de la implicación de la red asociativa y al margen de los partidos y con una doble fuerza: sentimiento identitario y acción. Todo en un contexto en el que alrededor de Europa las estructuras estatales deshacían identidades y aporreaban culturas. Es precisamente la base asociativa la que explica que, hace cien años y ahora mismo, la fuerza del catalanismo radique en el compromiso colectivo y no en el liderazgo personal.
La concentración de una masa crítica suficiente, organizada y con elementos altamente especializados, hace entender el papel hegemónico del catalanismo que, a través de la Mancomunitat ofreció un legado extraordinario como es la articulación territorial de Catalunya, la elevación del nivel medio de trabajadores y empresarios, la modernidad de la educación, la consolidación de la lengua catalana moderna, la excelencia en sanidad y beneficencia y la planificación de una autonomía que dejó a punto el texto que en 1931 se convirtió en el estatuto del Nuria. En este sentido, la Mancomunitat fue sobre todo el intento de creación de una sociedad moderna que situara a Catalunya en un nivel medio europeo.