A fin de año, las dos grandes fuerzas, PP y Podemos, desplazada esa quinta columna presuntamente enquistada entre los trabajadores por el poder financiero y empresarial para defender sus intereses bajo el sugestivo nombre de socialista, se disputarán el gobierno de España, uno representando a la derecha sin apelativos y el otro aún no se sabe a qué, pero que ha emergido en medio de la corrupción política y el entreguismo de `populares' y 'socialistas' al dinero, como una alternativa a la falta de alternativas.
En Cataluña el bloque compacto formado por los independentistas parecía la única opción de poder de cara a unas autonómicas que todavía no corresponden, pero que se vislumbran a la vuelta de la esquina ante la inmovilidad de un Govern encabezado por un engreído inepto que representa a la decadente burguesía local y en cierta forma a una izquierda republicana que le apoya sin más ideología ni dogma como no sea el soberanismo. No obstante, a este bloque también le ha salido esa piedra en el zapato, llamada Podemos que no se representa ni a sí misma, pero que es producto de las circunstancias.
En Terrassa parecía claro que ERC con el apoyo y participación de CiU (una mala combinación, como el gato y el ratón), arrebatarían el poder a los representantes de esa quinta columna ya citada. Pero, al igual que en el resto de la Comunidad y del Estado, se les ha aparecido como el 'coco' ese Podemos que no sabemos ni de donde viene ni a donde va, qué ideas le animan y qué proyectos le avalan, solo que crecen y crecen como un globo que de tanto hincharse explotará porque solo tiene viento sin sustancia. La interrogante es cuándo.
Lo único cierto es que este es el año de los cambios, de las sorpresas, unas sorpresas, que en ningún caso descartan el temor a lo desconocido y la consecuente continuidad de lo que ya tenemos.
Así es la vida. así son y así están las cosas.