Aunque tengo mucha edad para comprender a plenitud los cambios que se han producido en los mundos publicitario y político, existen cosas que llaman mucho mi atención.
En mi época moza, recuerdo, si la memoria no me engaña, que las empresas se promocionaban a través de la publicidad. Para ello existían casi los mismos medios que hoy, es decir impresos, radiales y audiovisuales y todo iba la mar de bien Y así fue por muchos años.
Hoy, sin embargo, parece ser que a esos medios, aparte de las redes informáticas, se les ha añadido algún que otro político que en un probable alarde de generosidad o quizás por creer que los más incautos de entre los súbditos del Reino lleguen a pensar que las empresas se instalan aquí o allí gracias a la gestión de él, se esmera en exceso en loar la grandeza del producto de alguna inversión de capital
¡Qué sé yo! En la mente de un político rara vez podrá encontrarse una lógica normal.
En Terrassa últimamente se han instalado dos importantes empresas que no han necesitado por ejemplo, de Matías Prats que nos interrumpa con su impertinente “permíteme que insista”, porque han tenido de su lado a nuestro entusiasta alcalde, don Jordi Ballart quien vaticina públicamente, la responsabilidad de que esta abandonada Terrassa pasará a ser gracias a ellas, el Edén del Universo y, además, obviando los estudios de mercado y las estrategias que habrán convencido a estas firmas para asentarse por estos lares, parece ser, o esa es al menos la sensación que queda, de que no ha habido más motivo que la trepidante acción municipal.
Cierto que es bueno para la ciudad la instalación de nuevas compañías por lo que concierne a la creación de empleo o a suplir la carencia de puntos de distribución al detal Pero no es menos cierto que detrás de cada sociedad hay intereses muy superiores que nada tienen que ver con la filantropía, sino con la simple generación de ganancias.
Por eso es que su publicidad, su promoción, debe correr únicamente por cuenta de la empresa a través de sus agencias publicitarias y los políticos, aparte de participar discretamente en sus actos inaugurales, deben evitar convertirse en los pregoneros de éxitos futuros o de especulaciones presentes. Es mala la implicación de la cosa pública en el sector privado, aunque solo sea a través de aplausos hiperbólicos.
Así es la vida. Así son y así están las cosas.