Prensa.- La Obra Social "la Caixa" ha presentado hoy en CosmoCaixa el primer laboratorio de la Base Antártica Española Juan Carlos I. El módulo de la base, que ha sido cedido por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), quedará instalado en el Museo de la Ciencia de la Obra Social "la Caixa" con la finalidad de dar a conocer la importancia que supuso que científicos españoles pudieran llevar a cabo campañas científicas en este lugar extremo, inhóspito pero de vital importancia para el nuestro planeta. Su situación geográfica, el clima, y la flora y fauna que la habitan convierten este continente en un lugar de especial interés para la investigación científica.
Pero, ¿cómo se logró tener representación científica en el continente más austral de la Tierra? Todo comenzó en 1986, cuando cuatro científicos catalanes -Josefina Castellví, Agustín Julián, Joan Rovira y el Dr. Antoni Ballester, que encabezaba la expedición-, del Instituto de Ciencias del Mar (CSIC) de Barcelona, y gracias a la ayuda del programa antártico polaco, lograron acampar en la isla Livingstone, a unos 120 kilómetros de la península Antártica. Este hecho representó el primer gran hito para posicionar la investigación española en el panorama internacional.
Dirigida hasta 1993 por Josefina Castellví, la actividad científica se inició con el estudio de los nutrientes del mar y su relación con el fitoplancton. Pronto llegaron proyectos de microbiología, meteorología y geología, y estudios de la flora y la fauna de la zona.
Estas investigaciones han permitido conocer mejor este espacio de vital importancia para el planeta. Actualmente se lleva a cabo la remodelación y la ampliación de la base para mejorar y facilitar la investigación científica española en la Antártida.
El presidente de la Fundación Bancaria "la Caixa", Isidro Fainé, y la doctora en Biología por la Universidad de Barcelona, Josefina Castellví, fueron los primeros ayer en visitar la instalación, que abre al público mañana. Por otra parte, hoy, la doctora Castellví y Elisa Durán, directora general adjunta de la Fundación Bancaria "la Caixa", han presentado en CosmoCaixa el primer laboratorio de la Base Antártica Española Juan Carlos I. Un espacio que se convirtió en un gran logro para la investigación española, y donde se pudieron llevar a cabo, bajo la dirección de la Dra. Castellví, la primera mujer directora de una base antártica, campañas científicas de gran valía.
La restauración y la instalación de este módulo laboratorio original de la base, junto con equipamiento científico de la época cedido por el Instituto de Ciencias del Mar y la Unidad de Tecnología Marina (CSIC), sirven para recrear la gran aportación del primer grupo de investigadores en unas condiciones inhóspitas.
La aventura científica comenzó en 1986, cuando cuatro científicos del CSIC que habían conseguido llegar a la Antártida gracias a la ayuda de colegas polacos plantaron su tienda de campaña en un trocito de la isla Livingstone. Estudiaban un posible emplazamiento de la que finalmente fue la Base Antártica Española Juan Carlos I, como forma de presionar al Gobierno para que se vinculara al tratado del Antártico, un hecho que en el último sucedió en 1988.
Ese mismo año, el prestigioso oceanógrafo Dr. Antoni Ballester, el líder de la expedición, sufrió un ictus, y Josefina Castellví asumió la dirección del proyecto durante los seis primeros años.
Las bases españolasLa primera Base Antártica Española (BAE), Juan Carlos I, se instaló en 1988 en la península Hurd de la isla Livingstone, a la posición geográfica 62o39'46 '' de latitud sur y 60o23'20 '' de longitud oeste.
Actualmente, hay dos bases antárticas españolas, situadas en dos islas cercanas del archipiélago de las Shetland del Sur. La base Juan Carlos I se estableció en la isla Livingstone en 1988, y en 1989 se instaló la base Gabriel de Castilla en la isla Decepción. El nombre de esta última es un homenaje a este explorador y navegante español, que en 1603 llegó precisamente en este archipiélago.
Gracias a estas dos bases, se pudieron empezar a desarrollar programas científicos que aportan datos de gran valor para conocer el continente y el océano antárticos.
Al sur del paralelo 60Las especiales condiciones del continente antártico convierten este inhóspito territorio en un lugar de máximo interés para la investigación científica. Sus glaciares y sus ecosistemas son indicadores valiosos de las alteraciones climáticas actuales y pasadas. Con una flora y una fauna particulares, este continente se convierte en un espacio de incalculable valor para la ciencia y el conocimiento de la biodiversidad del planeta, y los científicos tienen un papel fundamental con los programas de investigación y los datos que estos aportan.
Un laboratorio natural«Desde el punto de vista científico, he tenido el honor de poder trabajar en un laboratorio natural. Las condiciones que hay en la Antártida no se pueden reproducir. »Así es como explica la Dra. Castellví la importancia de trabajar en un espacio único a la hora de descubrir muchos de los secretos de nuestro planeta.
La inmejorable oportunidad de disponer de laboratorios como el de la BAE permite observar y experimentar in situ la vida, los procesos naturales y las características únicas de ambientes extremos como los que hay en ecosistemas polares.
Proyectos de investigación a nivel internacionalA lo largo de los más de veinticinco años de actividad en la BAE, se han llevado a cabo un gran número de proyectos de investigación, algunos de los cuales han tenido una gran relevancia a nivel internacional. Se ha hecho estudios sobre el clima y el cambio climático, la física y la química de las aguas costeras, la ecología de las comunidades planctónicas (incluyendo los microorganismos, el campo de experiencia de la Dra. Castellví), el ecología de las comunidades bentónicas litorales, las poblaciones de líquenes, la dinámica de los glaciares y el permafrost (permafrost), las poblaciones de pingüinos y los movimientos sísmicos y geomorfológicos, entre muchos otros.
Un ejemplo de la investigación que se lleva a cabo en el ámbito de la BAESi se observa con detenimiento un pingüino, se aprecian las magníficas adaptaciones que le permiten crecer con éxito en un entorno tan difícil. El cuerpo hidrodinámico de los pingüinos y sus alas modificadas en forma de aleta les permiten, literalmente, volar en el agua con una gran destreza. Presentan dos tipos diferenciados de plumas: unas pequeñas y rígidas en el exterior, y un plumón acolchado en el interior que forma una capa aislante de aire sobre la piel. Son aves muy sociables que crían en colonias de miles de individuos.Consumen, sobre todo, peces y crustáceos, especialmente krill.
Las tres especies más abundantes de pingüinos a los enclaves de las BAE son el pingüino de corona blanca (Pygoscelis papua), el pingüino de Adelia (Pygoscelis adeliae) y el pingüino de cara blanca (Pygoscelis antarctica).
El cambio climático afecta a la dinámica de las poblaciones de algunas especies de pingüinos, que han tenido que emigrar a zonas más favorables, con lo que el número de ejemplares se ha reducido.